
Y así ella volvió y se puso propicia. Broderick le paso el bigote por donde quiso. La tomó del cuello como había visto entre los gatos y pequeños tigres, hizo el ronroneo y le dijo – no se olvidará de mí. Siéntame bien. No se va a olvidar, señora. No lo podría.
Pero ella iba venciéndolo. Y él lo veía.
Su actuación – la de ella- se llenó de vampiros. En cada recodo de ella había otra molusca mujercita. Estaba centuplicada. Una pinza capaz y rapaz que roía.
Broderick fue víctima de un bárbaro temblor.
El acoplamiento terrible había acontecido debajo de una planta negra; todavía trepidaba y se balanceaba. Había quien decía después que la planta llegó a caminar...
Marosa Di Giorgio
alucinante...un vuelo, un flash...besos
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